Liar.

No se como empezar, ya empecé y borré una y otra vez.
Ser sincera me asusta. Escribir me asusta, porque cuando escribo estoy expresando lo que pienso, y lo que pienso es eso que me asusta. Me asusta tanto como hablar, por eso no hablo. Porque tengo miedo de escucharme.
Y por eso borro lo que digo, por eso me callo. Por eso sigo diciendo que estoy bien.
Y no es así.
Nada está bien.
Nadie sabe como me siento, nadie sabe que es lo que me pasa, y a veces creo que ni yo se como estoy. Pero si de algo estoy segura es que esa persona que ven todos, ésa no soy.
No soy la amiga que mis amigos ven, no soy la alumna que los profesores ven, no soy la hija que mis papás ven, no soy la hermana que mi hermana ve, no soy la nieta que mi abuelo ve.
Y me asusta que me descubran, me asusta decepcionarlos y por eso cada día me disfrazo más, maquillo mis emociones tanto como mis pestañas. Me pinto una sonrisa como me pinto las uñas. Me seco las lágrimas como me seco el pelo. Y empiezo la función.
A esta altura debería ser una actriz de primer nivel porque, la verdad, ya perdí la cuenta de hace cuanto estoy fingiendo. Pero me acostumbré, me acostumbré a tener tantas personalidades como personas que me conocen.
Si, tal vez soy una falsa, una hipócrita y me voy a quedar sola cuando me descubran, pero es un riesgo que debo correr. Mientras dure, todo está bien.
Porque si de algo se es de sonrisas, sonrisas que disimulan hasta la más grande mentira. Se de pañuelos para tapar heridas, de palabras para decir mentiras y se de comidas sin comer. Se de todas esas cosas, cosas que aprendí con el tiempo y que sin ellas no se que haría.
Me volví en mi peor pesadilla, me volví en la villana de cualquier película.
No exagero, esta vez no miento.

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